Navidad: ¿fantasía o engaño?

nav-2

Definitivamente la Navidad es una época mágica, pero no siempre la vivimos de la misma manera. Cuando somos niños tiene un brillo especial, vivimos la ilusión desde la inocencia. Luego nos hacemos mayores y lo mágico se convierte en fiesta, salir con los amigos a celebrar es lo esencial pero… cuando nos convertimos en padres es cuando la transformación ocurre y comenzamos a vivir la ilusión de nuestros hijos como si fuese propia.

Hace poco recibí un correo de Yurirma (@mamicardier en instagram) en el que me planteaba su inquietud con relación a las fantasias en los niños y LA NAVIDAD, más específicamente los regalos de Santa y el Niño Jesús. Para ella fue traumático descubrir tantos años de engaño y mentira, que la hicieron vivir la experiencia desde la decepción. Sentía que a pesar de haber sido educada en valores de sinceridad y honestidad, sus propios padres le habían mentido. En estos momento, su pequeña ya tiene 6 años y ha decidido comenzar a hablar del tema porque no quiere que su hija experimente la misma frustración que ella sintió.

Todo esto me ha hecho reflexionar porque, yo lo viví de manera diametralmente opuesta. Habiendo crecido en una familia de clase media, mis padres, aunque sin grandes lujos, se esforzaban por que no nos faltara nada y las navidades no eran la excepción. El 25 era el día más esperado del año. No recuerdo un año que Santa (o el niño Jesús) no nos trajera a mi hermano y a mi todo lo que habíamos pedido y cuando digo todo es TODO.

Realmente no tengo muy claro cuando me enteré de qué iba el asunto, aunque tengo un vago recuerdo de que fue algo gradual. Para cuando mi mamá habló conmigo ya yo lo sabía (los amigos del cole eran bocones) y aunque me entristeció saberlo, en el fondo me sentí muy agradecida de saber todo lo que mis padres habían hecho, todo el esmero y la dedicación aún a sabiendas que el crédito se lo llevaría el simpático viejito panzón (o un pequeño recién nacido).

Esta llamada de atención me llega justo cuando estoy preparando todo lo que es el ritual de navidad en casa, disfrutando de esa complicidad mágica entre abuelos, padres y hasta del hermano mayor, involucrados todos con el único propósito de sorprender a una pequeña que se va haciendo mayor y que en un par de años (quizás antes) no volverá a despertar el 25 de diciembre con la ilusión de años anteriores, una ilusión que vivimos en conjunto porque, al menos en mi caso, tan mágico es para ella como para mi.

Sin duda alguna cada persona vive la navidad desde su punto de vista particular, desde sus propias vivencias y esto es determinante a la hora de manifestar en el afuera, lo cierto es que todo el tema me ha llevado a la reflexión y no me he querido quedar simplemente en la opinión de dos madres, sino que he querido incluir una tercera mirada, es por ello que he invitado a mi querida Rosario Vasquez (@contratransferencia) quien gustosamente nos comparte algunos detalles importantes a tener en cuenta y que me han parecido ciertamente muy enriquecedores:

Al llegar la Navidad, muchos padres se preguntan si ya es el momento adecuado para que los niños «se enteren de la verdad». Algunos lo viven con naturalidad y otros se angustian mucho, pues se preguntan dónde termina la fantasía y dónde comienza la mentira. Para dar respuesta a esto siempre considero muy importante que los padres se conecten con lo más relevante ¿qué es la Navidad para ti como mamá/papá? ¿es un tiempo de compartir? ¿es el día en el que te toca compartir con gente que realmente no aprecias, pero lo haces «por los niños»?, ¿es un tiempo que te recuerda un evento doloroso, alegre, triste..?
Contesta con honestidad, porque todo lo que haces en diciembre estará impregnado de este significado.
La historia que hemos contado a nuestros hijos sobre los regalos de Navidad, es una creación popular de origen religioso pero muy impregnada del significado individual que le damos a nuestras experiencias navideñas. Un día los niños empiezan a buscar respuestas lógicas y empieza a llegar el tiempo en el que la fantasía se cae, pero da lugar a otras vivencias que pueden ser igual de emocionantes como la sorpresa, la imaginación y la deliberada intención de compartir alegría. Este paso, que suele ocurrir sobre los 7 años, puede comenzar con una pregunta directa «¿quién compra los regalos?» una pregunta buscando lógica: «¿cómo hace el Niño Jesús para repartir tantos regalos por todo el mundo en una sola noche?» o quizás un reclamo: «¡el Niño el año pasado no me trajo lo que le pedí, así que no es tan poderoso!»
En este momento los padres podemos estar muy atentos par dar una respuesta, que es lo que nuestros hijos están pidiendo. Pero esa respuesta no tiene que ser decepcionante. Solo que dependerá de las creencias de cada quien.
Si eres creyente, la Navidad tiene un aspecto espiritual muy relevante. Los padres honramos la alegría que trae el Nacimiento dando alegría a quienes más queremos: nuestros hijos, en forma de regalo.
Si no eres creyente, pero te gusta la Navidad como hecho social, es un momento en el que todos nos sentimos conectados con la generosidad, que es un valor hermoso.
Si no eres creyente y tampoco te gusta la Navidad, quizás quieres regalarle a tu hijo la experiencia de sentirse conectado con la alegría que viven muchos niños, y eso te anima a hacer regalos ese día.
Pero la magia no viene del regalo.
La magia viene de la intención y el significado que le damos. Y hace una hermosa explosión cuando se conecta con la gratitud de quien lo recibe.
Los niños necesitan entender , que los padres son los «ejecutores» de un momento compartido por millones de personas en el mundo, que quieren sentir alegría al mismo tiempo. Hace mucho tiempo se escogió el día de la Navidad para hacer estos regalos, porque mucha gente quería expresar así su alegría por el Nacimiento. Se crea una hermosa fantasía alrededor de el Niño, Santa o los Reyes, que se ha transmitido de generación en generación. Y una vez que la descubrimos, descubrimos un acto de amor y nos hacemos parte él. Ni más ni menos.
Esta explicación alimenta el amor.
La explicación angustiosa, en la que sentimos culpa o ansiedad obedece muchas veces al reproche que se hace desde los niños engañados que alguna vez fuimos. Quizás nuestros padres cuando quisimos respuestas, no nos la dieron. Quizás la forma de descubrir «la verdad» en nuestra casa, cualquier verdad, siempre fue muy dura. Quizás nuestros padres nos mantuvieron infantilizados sin darnos herramientas para comprender la diferencia entre fantasía y mentira, pues ellos tampoco tenían claro el límite entre una y otra. Quizás la falta de información directa, de boca de nuestros padres, fue una constante. Si esta es tu historia, necesitas hacerte cargo de ella, e iniciar un camino diferente con tus hijos.
Nuestras heridas no tienen porque ser heredadas por nuestros hijos. Ella puede re-significar la Navidad y darle una interpretación novedosa, entendiendo que quiere acompañar a su hija en la fantasía, y ofrecerle una explicación amorosa cuando sienta que la necesite sobre el origen de esta creencia y cómo ellos como familia la mantienen viva y por qué.

Hace unos años conocí a un señor, hijo de inmigrantes, que al llegar a su nuevo país de acogida, siendo aún un niño y observar las costumbres y tradiciones de la época navideña, sintió gran curiosidad y le preguntó a su papá qué era eso de un niño que traía regalos, a lo que el padre contestó «una tontería, un invento más, nadie trae regalos, son los padres los que los compran» el chico, como nunca había vivido esa tradición, lejos de sentir frustración se sintió más bien poseedor de una verdad de la que el resto de sus compañeros carecía. Sin embargo, hoy en día, ya de adulto, celebra la Navidad con sus hijos de manera diferente, incluyendo ese toque de mágica fantasía, porque a pesar de no haberlo vivido él en su infancia, ha decidido darle otro significado a la Navidad con la llegada de sus hijos.

Para finalizar, no podía dejar de compartir la respuesta que Rosario le dio a su pequeña cuando le preguntó acerca del tema y que fue la misma que sus padres le dieran a ella:

El Niño Jesús no ha venido solo a traer regalos, vive todo el año en el corazón de nosotros y nos acompaña en nuestros esfuerzos. Nosotros sólo hacemos lo que él nos inspira: hacer felices a nuestros niños.

Estoy convencida que la Navidad será siempre lo que decidas que sea. Aprender a diferenciar entre fantasía y engaño es el primer paso para liberar culpas y viejos resentimientos y darle un nuevo significado a esta (en potencia) mágica época del año.

No dejes de seguir a Rosario en  Facebook, instagram y visitar su página web contratransferencia.com

El boom de las mamás emprendedoras

mama-emprendedora-blog

Definitivamente la conciliación es un temazo que da mucha tela. Hay que apañárselas para criar y ejercer la profesión para la que nos hemos preparado, más aún si no cuentas con una red de apoyo. En el mejor de los casos los peques pasan el día en interminables actividades extra-escolares, de ahí a casa de los abuelos o con alguna persona que pueda hacerse cargo de ellos mientras papá y mamá cumplen sus horarios laborales. Si eres como yo, probablemente termines a fin de mes, estresada, cansada, frustrada y entregando tu sueldo entero a la canguro (niñera o cuidadora).

Así es como muchas mujeres (y hombres también) hemos optado por emprender. Un camino cuesta arriba sin duda, de innumerables desafíos y sacrificios, pero que nos permiten manejar un poco nuestros tiempos a conveniencia para poder sortear esto de la crianza y el desarrollo profesional.

En mi caso particular, por mucho tiempo trabajé por cuenta ajena, hasta que decidí que sería madre por segunda vez. Fue entonces cuando tomé la decisión de lanzarme a la aventura de crear algo propio para así poder quedarme en casa mientras veía crecer a mi pequeña.

Hace ya 9 años de ese primer paso del que no me arrepentiré jamás. No ha sido fácil pero sin duda lo ha valido. Es un trabajo de reinvención constante. De estar atento a las necesidades del mercado, de preparación para ofrecer calidad en los productos o servicios a ofrecer y de acción continua. Es un mundo que no para y por eso quiero mostraros hoy mi nuevo emprendimiento, que tal vez pueda ayudaros a consolidar el vuestro, y es que definitivamente la imagen es primordial a la hora de ofrecer un servicio o producto. Esa primera impresión que logra despertar el interés en tus potenciales clientes y engancharlos, en el que el mundo digital cobra cada vez más fuerza y las redes sociales ganan terreno y se hacen más competitivas, destacar es fundamental y aquí es donde entra este nuevo emprendimiento que persigue apoyar en el desarrollo de la imagen de tu negocio, redes sociales y próximamente desarrollo web.

A continuación os dejamos una pequeña muestra de nuestra propuesta, que inicialmente abarca Pack de imagen redes sociales, logotipos y avatares. Muy pronto incluiremos en nuestra oferta el desarrollo de páginas web, tiendas online y el diseño para material promocional como tarjeta de visita, portada de libretas y agendas entre otros. Esperamos que os guste!

Logotipos

Avatares

Packs Redes Sociales

 

Si quieres ver más de nuestro trabajo visítanos en http://www.mamiacolor.es

366 Días Madrid

madrid-2

Hay una fábula Zen que dice: «Si estás en un mástil y llegas a lo más alto y no puedes bajar, a donde vas? y el Zen te dice: doy un paso en el vacío.»

Es lo que muchos han tenido que hacer, dar un salto en el vacío (o en el mar) cuando ya no te queda tierra donde pisar y fue más o menos lo que hicimos, mi familia y yo hace exactamente 366 días (año bisiesto) cuando pasábamos llave a lo conocido y nos lanzábamos a la que sería la más grande y enriquecedora de nuestras aventuras como familia. Pusimos nuestros pies, por primera vez, en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Eran las 11 de la noche de ese caluroso lunes. Llegábamos con una hora de retraso de un viaje de 3 días. Evidentemente no es un viaje que se pueda comparar con la migración Siria, ni siquiera con el viaje de un mes en un barco de carga que hicieran mis abuelos con sus hijos hace +60 años. A diferencia de ellos tuvimos la suerte de viajar en clase turista y traernos lo que pudimos meter en dos maletas. Nos veníamos con nuestro pasaporte español sin haber estado jamás en esta tierra y sin embargo podía sentir que llegaba a casa.

Han sido 366 días con sus noches de insomnio, de incertidumbre y confianza al mismo tiempo, de tranquilidad y angustia, de alegría y tristeza, de contrastes expansivos y reveladores que me han mostrado a lo largo de este año quien soy, quien he sido y en quien puedo llegar a convertirme.

366 días de intensos desafíos que han ido construyendo y amalgamando a esta nueva persona, más fuerte y frágil a la vez, con una visión más extensa y compleja de lo que palabras como «extranjero» o «frontera» pueden llegar a significar, entendiendo que la vida continua y se abre paso, te quedes o te vayas, a pesar de nuestra propia arrogancia.

366 días de extrañas sensaciones corporales que me han acompañado mientras toda mi fisiología se adapta a esta nueva realidad que jamás imaginé llegaría a vivir. Un viaje sin duda alguna de autoconocimiento, de crecimiento y de aprendizaje en el que las pupilas se agudizan y los poros se abren para experimentar cada nueva sensación de manera única.

Cada día ha sido una lección de vida que me ha permitido mirar frente a frente mis prejuicios y temores, enseñándome a enfrentarlos y derribarlos.

Fueron muchas las razones por las que, después de muchos años estudiando opciones, nos decidimos por Madrid y hoy, a un año de haber llegado aquí, no puedo más que sentirme agradecida y afortunada. Una ciudad que nos abrió sus puertas de par en par, una ciudad en la que la historia se mezcla con la modernidad, una ciudad que me ha mostrado realmente lo que es la diversidad, en fin, una ciudad de gente maja que, en todo momento, nos ha hecho sentir bienvenidos, desde Manolo y Natalia del súper cerca de casa, hasta el señor de la bici que siempre está haciendo bromas, las maestras del cole, los vecinos y los compañeros de trabajo.

La expectativa dista mucho de la realidad, nada es realmente como esperábamos que fuera. Ha sido un torbellino que nos ha unido más como familia y que nos ha fortalecido como equipo. Hemos madurado como aguacate forrado en papel periódico y hemos aprendido a ver la vida de otro modo. Como se mira cuando no tienes piso bajo los pies. Con esa sensación de incertidumbre constante de quien da un salto al vacío pero a la vez con la certeza de que todo estará bien.

La migración se ha convertido en una constante no solo en mi país sino en el mundo entero. No se si utilizar el término «lamentablemente» porque, si bien es cierto que nadie debería ser forzado a salir de su país, es probable que de otra manera, yo en lo particular, no hubiese tenido el valor de embarcarme en una experiencia tan fascinante como esta.

Papás Geniales

papas geniales

A través de los años, hemos tendido a darle demasiado protagonismo a los padres ausentes. Vivimos en una sociedad en su mayoría matriarcal, en la que la mujer lleva la carga del hogar y de los hijos, en muchos casos también su sustento y si tiene suerte de tener pareja, es bastante probable que ésta se encargue solo de la parte económica.

Yo no estoy aquí para juzgar a quien se queda o a quien se va y si bien aun hay muchas madres «coraje» veo con satisfacción que comienza a gestarse una nueva generación de padres a los que he decidido denominar geniales. No quise usar la palabra «responsable» porque este movimiento que comencé a percibir desde que nació mi pequeña (la mente es selectiva y la realidad está donde pongas tu atención) va más allá. Son papás que no solo se ocupan de la manutención económica de sus familias, sino además también de ofrecer contención emocional y no titubean si de lavar biberones o cambiar pañales se trata.  Cuentan cuentos, cantan canciones, bailan y hasta se dejan pintar las uñas, peinarse y hasta maquillarse con tal de complacer a sus nenas.

Yo en lo personal, tuve (y sigo teniendo) un papá genial (ahora un abuelito genial). No creo que me haya cambiado los pañales (no lo sé) o lavado los teteros, pero recuerdo las canciones (Cepillín, Enrique y Ana) los paseos, los viajes, los parques, las navidades… Siempre ahí, siempre presente.

Si bien mi primer matrimonio terminó muy pronto (ojo: no tanto como el segundo de Kim Kardashian) y muchas cosas las hice sola, eso me permitió crear un vínculo increíblemente fuerte con mi hijo. Además no me fue tan mal porque también tengo un hermano genial que se tiraba en el piso a jugar al barco de los piratas con mi pequeñín.

…y como si fuera poco la vida me premia ahora con un esposo genial, de esos que prefieren ser feliz que estar en lo correcto, de esos que no dejan de llevar a sus peques a las fiestas aunque tengan que ir solos, de los que lavan no solo bibes sino toda la ropa, incluyendo las braguitas de la nena (a mano).

Papás geniales hay muchos, los veo por doquier en los parques, en los centros comerciales y hasta en las redes sociales, hablando de sus hijos como usualmente hablaría una mamá (eso me encanta!) y creo que es justo rendirles homenaje y empezar a hablar más de los que están que de los que no.

Nota importante: Ser papá genial no implica obligatoriamente ser esposo genial. Muchas veces las relaciones de pareja no funcionan, se rompen y terminan en rabia y resentimiento e incluimos a nuestros hijos (a veces sin querer, a veces queriendo) en esos sentimientos negativos. Si la relación con tu pareja no funcionó, pero sabes en el fondo que es un papá genial, no prives a tus hijos de ese regalo, no seas tú quien les quite ese derecho.

La (Des)Autorización. Una mirada no convencional.

Desaut

Crecí como muchos, por no decir todos, con esta extraña idea de que los padres conforman un equipo que debe mostrarse coherente y unido, en bloque, frente a los hijos. Muchos psicólogos y entendidos en la materia afirman que si un padre contradice a otro o lo «desautoriza» frente a los hijos, esto puede confundirlos, crearles dudas entre lo que está bien o mal e incluso los predispone para manipular al padre desautorizado y lograr sus objetivos. Si esto ocurre, el «bloque paternal» se resquebraja y queda vulnerable a cualquier ataque enemigo. Si, estoy siendo ya sarcástica, pero es que esto de dividir padres e hijos como si fuesen equipos de fútbol que se enfrentan como eternos rivales me da un poquitín de urticaria.

A ver, ¿qué mosca me ha picado que me ha dado por escribir sobre esto? Mi esposo suele ser bastante más estricto que yo. Es lo normal y además hasta saludable que exista la polaridad complementaria en una pareja y en general, en la mayoría de los casos está presente. Tendemos a juntarnos con quien nos equilibra. Eso me hace a mí pues, la blandengue (que mira que me lo han dicho varias veces).

Lo cierto es que hace varios meses que vengo notando algo y es que cuando papá le llama la atención a la nena (aclaremos que no se trata de llamarle la atención porque la niña se quiere tirar por la ventana o quiere fumar) en ocasiones, bajando la voz y casi sin mover la boca al más puro estilo «ventrílocuo» le digo «déjala tranquila.. que no pasa nada si come parada o si no se termina el plato entero de pasta»

Luego de varios episodios me di cuenta de lo inusual de mi comportamiento, no frente a la niña, sino frente a mi esposo, hasta que por fin comprendí. Mi padre siempre fue (ya no tanto) muy estricto y mi madre nunca lo desautorizaba. Hay que ver los dolores de cabeza que les di. Además los niños perciben más de lo que creemos y saben perfectamente a quién le piden las cosas, aunque no haya desautorización por parte de un padre a otro. Yo aún, después de vieja, hablo primero con mamá.

Pero ahora yo era la madre y sin embargo, mi mente inconsciente se identificaba y reconocía en mi hija la niña que una vez fui. No es que quisiera dejar mal a mi esposo frente a la niña o lo hiciera a propósito, es que era inconsciente, no lo podía evitar, me daba cuenta cuando ya lo había soltado, eso sí, bajito, por que también  de manera inconsciente mi mente reconocía que estaba «mal» porque ése fue el aprendizaje que recibí.

Esto me hizo recordar una anécdota de cuando trabajaba en una empresa farmacéutica. El dueño de la compañía estaba criticando unos empaques que acababan de llegar de norteamerica y yo me puse a discutir respetuosamente con él, porque a mí me parecía que los empaques estaban bien, mientras mi jefa me hacía señas a sus espaldas para que dejara de discutir. Al final, el señor salió de mi oficina con una sonrisa en el rostro.

Ahora bien, analicemos de qué se trata eso de la «Desautorización». Para que pueda existir, debe haber alguien que ejerza la autoridad y a mí, la verdad, esa palabra me gusta casi tanto como «disciplinar» o «establecer límites». Sé que más de uno me dirá que es sano establecer límites y enseñar disciplina, a mi en lo particular, me gustan más las gráficas estas que salen tanto en redes sociales de motivación y liderazgo, a las que todo el mundo da like y repostea, de las diferencias entre un líder y un jefe. Creo que en el hogar deberíamos funcionar igual, no como jefes de nuestros hijos sino más bien como guías, como acompañantes, que enseñan más con el ejemplo que con las palabras.

A mí eso de actuar en bloque papá-mamá no se me da bien. En la cotidianidad surgen situaciones que requieren toma de decisiones inmediatas. Si la niña no quiere comer más pasta porque dice estar llena y mamá piensa que sí, que ya comió suficiente, pero papá cree que debería comer más a quién se le hace caso? Quién tiene la razón? Cómo nos ponemos de acuerdo? Si tengo que callarme viendo como la niña come obligada pensando que ya comió demasiado, estaría yendo en contra de lo que pienso que es lo correcto. Tendríamos que hacer un documento pre nupcial acerca de los métodos a ser empleados pero y si se nos olvidó colocar el asunto de la cantidad de comida? y si en el camino cambiamos  de opinión? Si hoy soy carnívora pero mañana me doy cuenta que ser vegetariana es lo mejor?

Todos tenemos opiniones, puntos de vista y maneras de pensar diferentes que además pueden cambiar con las circunstancias, las emociones y hasta con el clima. Lo ideal, en mi opinión es que todos pudiésemos exponer nuestros pensamientos y sentimientos con respeto y entre todos llegar a un acuerdo incluyendo también, por que no, a los pequeños. Escucharnos y entre todos llegar a un consenso. A fin de cuentas, no es de eso de lo que se trata la vida? Mi mayor deseo es que a través de  estos episodios cotidianos mis hijos aprendan y comprendan que la comunicación con papá y mamá siempre será viable. Que sepan que no importa lo que suceda en sus vidas siempre podrán acudir a nosotros para discutir cualquier tema. Que sean capaces de exponer y defender sus puntos de vista frente a sus pares o superiores. Que sepan cuestionar cualquier cosa que se les intente imponer y no se dejen manipular. Que sean críticos y observadores pero sobre todo, que aprendan a aceptar que no todos pensamos igual, que podemos estar en desacuerdo y no por eso intentar imponer o dejarse imponer ideas, respetando los criterios y los puntos de vista de cada quien.

Quiero aclarar que la única manera de llevar a cabo este estilo de vida es a través del respeto. No se trata de ofender o subestimar al otro. Se puede discutir y llegar a acuerdos de manera fluida y sin violencia (ni verbal no física). Una tarea complicada si uno de los miembros de la familia tiende a ser estricto o tiende a la imposición, pero que con amor, paciencia y vuelvo de nuevo, respeto, se puede lograr.

P.D. Evidentemente no se trata de discutir si el niño puede jugar con los tomacorrientes o lanzarse por la ventana.

 

Carta a mi esposo

carta2

Tenía planeado publicar otro post pero como es el día de San Valentín he decidido hacer una pequeña reflexión al respecto con cierto toque de agradecimiento y reconocimiento público.

Antes que nada debo confesar que siempre he sido muy grinch para este tipo de celebraciones, creo que más a modo de auto-protección, evitando la vulnerabilidad propia a la que uno se somete en estas fechas. La excusa que siempre he usado es que me parece por un lado, demasiado cursi y por otro lado demasiado comercial. Te inyectan con la culpa de tener que comprar algo para poder demostrar afecto. He sido testigo de compras desesperadas de última hora porque si no le doy un regalo en San Valentin ayayay!!! en fin, con el tiempo he aprendido a verme las cosas desde otros ángulos a ver que tal se ven y este año he decidido hacerlo desde el punto de vista reflexivo y de auto-observación y es que, hace poco recordé la frase que un amigo escribió y que textualmente decía:

“Emigrar es el único catalizador capaz de poner a prueba cualquier relación de pareja: o te une o te destruye.”

Sin duda alguna, vivir una experiencia migratoria en pareja te ofrece la oportunidad de comprender el rol que cada miembro juega en una relación y apreciar detalles que en otro momento serían tal vez imperceptibles. Afloran aspectos de la personalidad de cada quien que intensifican todos los colores, sonidos, texturas y aromas que conforman una relación.

Hoy, más que nunca compruebo lo afortunada que soy y a casi 10 años de habernos conocido y a pesar de todo lo difícil que te lo puse, no puedo más que darte las gracias.

Gracias por cada silencio, por cada mirada, por cada palabra de aliento, por tu apoyo incondicional y tu paciencia. Por soportar mi impredecible humor y mis chistes malos. Por tus preocupaciones y desvelos. Por mis domingos en pijama, sin bañarme y con el maquillaje del día anterior. Gracias por comer con gusto la misma comida preparada del mismo modo cada semana. Por alabar mis arepas quemadas y mi pollo con exceso de sal. Por lavar mi ropa y fregar los platos. Por dejarme dormir hasta pasadas las 10 de la mañana los fines de semana y aunque tu estés despierto desde temprano esperarme para desayunar. Por las hamburguesas de los sábados y las patatas fritas. Por renunciar a tener la razón más de una vez. Por las risas y por las lágrimas. Por las cosquillas y los abrazos. Por todas las veces que me has dicho que si. Por compartir mis locuras y desaciertos. Por el azúcar en mi café aunque se te olvide removerlo y por haber aprendido a leerme la mente hasta en un 95%.

Gracias por quedarte conmigo en mis más insoportables momentos. Por quererme cuando ni yo me aguanto y por confiar en mi. Por tomar mi mano y sostenerme cuando siento que desmayo. Gracias por estos 10 años de esfuerzo incansable y sostenido enseñándome a diario de que está hecho el amor.

Tardes de domingo

Carmen

Era una tarde de domingo como cualquier otra. Tendría unos 6 ó 7 años y mi yaya (mi abuela paterna) me llevó aparte del resto de mis primos.

Hasta los 13 años vivimos en casa de mis abuelos maternos y los fines de semana lo pasábamos con mis yayos (mis abuelos paternos). Eran fines de semana de parque, bici y juegos sin límites. De consentidura absoluta, de sandwiches de chocolate y bocaditos de queso y mermelada. Eran fines de semana perfectos en los que podía jugar con mi hermano y mis primos, todos contemporáneos. Pero ese domingo fue distinto. Ese domingo, sin que los otros se dieran cuenta, mi yaya me llevó aparte. Entramos en un pequeño cuarto y cerró la puerta.

Me tomó la mano y me dijo: «tengo solo uno… no tengo para darle al resto de los chicos, así que no les digas que te lo he dado a ti»

No puedo recordar que fue lo que me dio. Por más que lo intento, no logro encontrar en ninguno de los rincones de mi mente ese objeto tan preciado del que yo habría sido merecedora. Lo que si recuerdo con extrema claridad es su rostro, sus ojos mirándome mientras me decía muy bajito, como para que nadie la escuchara, que era yo su elegida. Ese sentimiento de complicidad que tal vez no percibí en ese instante pero que se quedaría conmigo para siempre. Pequeños detalles que parecen irrelevantes y que a veces pasan desapercibidos, pero que a los ojos de  un niño representan estima, pertenencia, cariño. Estoy convencida que lo mejor de un regalo no es el objeto material en sí, sino la energía que procede de quien lo da y todo lo que ese momento de entrega representa más allá de la fisicalidad. Un instante mágico en el que el significado detrás del obsequio traspasa la barrera de lo material y se convierte en un recuerdo que perdura a través del tiempo.

Tantísimos años después no puedo evitar pensar que mi abuela hizo lo mismo con el resto de sus nietos.

Carmen tenía una dulzura poco usual y una sensibilidad fácilmente perceptible. Solía usar técnicas nada convencionales para enseñarnos a no tener miedo. No recuerdo haberla visto llorar jamás. Las circunstancias y tal vez el frío desolador de la guerra habían hecho de ella una mujer extremadamente fuerte, con un sentido de la justicia muy marcado y unas convicciones bien definidas.

Lo que si recuerdo es su sopa de fideos y garbanzos, sus tortillas de patatas, sus rosquitas de anís y su constante ir y venir a la cocina. Creo que nunca se sentó a la mesa con nosotros. Hoy comprendo que cocinar y atendernos era su manera de mostrarnos su afecto.

Siempre independiente y autosuficiente, no podía concebir la vida sin trabajar. Su mayor preocupación era llegar a convertirse en una carga para los demás. Pero la providencia tenía otros planes y es que, cuando te haces a un lado para dedicar tu vida a servir a otros, la mente inconsciente, inevitablemente busca el equilibrio.

Un buen día el Alzheimer comenzó a visitarla para quedarse con ella hasta el final de sus días.

Se fue sin recordarnos, pero yo nunca la olvidaré. Veinte años más tarde no puedo evitar pensar y sentir que quedaron muchas cosas por decir y hacer, sobre todo porque, al igual que ese pequeño gesto que aún conservo en mi memoria, puede que algún detalle, una palabra, una simple demostración de afecto hubiese podido cambiar el curso de su historia.