Navidad: ¿fantasía o engaño?

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Definitivamente la Navidad es una época mágica, pero no siempre la vivimos de la misma manera. Cuando somos niños tiene un brillo especial, vivimos la ilusión desde la inocencia. Luego nos hacemos mayores y lo mágico se convierte en fiesta, salir con los amigos a celebrar es lo esencial pero… cuando nos convertimos en padres es cuando la transformación ocurre y comenzamos a vivir la ilusión de nuestros hijos como si fuese propia.

Hace poco recibí un correo de Yurirma (@mamicardier en instagram) en el que me planteaba su inquietud con relación a las fantasias en los niños y LA NAVIDAD, más específicamente los regalos de Santa y el Niño Jesús. Para ella fue traumático descubrir tantos años de engaño y mentira, que la hicieron vivir la experiencia desde la decepción. Sentía que a pesar de haber sido educada en valores de sinceridad y honestidad, sus propios padres le habían mentido. En estos momento, su pequeña ya tiene 6 años y ha decidido comenzar a hablar del tema porque no quiere que su hija experimente la misma frustración que ella sintió.

Todo esto me ha hecho reflexionar porque, yo lo viví de manera diametralmente opuesta. Habiendo crecido en una familia de clase media, mis padres, aunque sin grandes lujos, se esforzaban por que no nos faltara nada y las navidades no eran la excepción. El 25 era el día más esperado del año. No recuerdo un año que Santa (o el niño Jesús) no nos trajera a mi hermano y a mi todo lo que habíamos pedido y cuando digo todo es TODO.

Realmente no tengo muy claro cuando me enteré de qué iba el asunto, aunque tengo un vago recuerdo de que fue algo gradual. Para cuando mi mamá habló conmigo ya yo lo sabía (los amigos del cole eran bocones) y aunque me entristeció saberlo, en el fondo me sentí muy agradecida de saber todo lo que mis padres habían hecho, todo el esmero y la dedicación aún a sabiendas que el crédito se lo llevaría el simpático viejito panzón (o un pequeño recién nacido).

Esta llamada de atención me llega justo cuando estoy preparando todo lo que es el ritual de navidad en casa, disfrutando de esa complicidad mágica entre abuelos, padres y hasta del hermano mayor, involucrados todos con el único propósito de sorprender a una pequeña que se va haciendo mayor y que en un par de años (quizás antes) no volverá a despertar el 25 de diciembre con la ilusión de años anteriores, una ilusión que vivimos en conjunto porque, al menos en mi caso, tan mágico es para ella como para mi.

Sin duda alguna cada persona vive la navidad desde su punto de vista particular, desde sus propias vivencias y esto es determinante a la hora de manifestar en el afuera, lo cierto es que todo el tema me ha llevado a la reflexión y no me he querido quedar simplemente en la opinión de dos madres, sino que he querido incluir una tercera mirada, es por ello que he invitado a mi querida Rosario Vasquez (@contratransferencia) quien gustosamente nos comparte algunos detalles importantes a tener en cuenta y que me han parecido ciertamente muy enriquecedores:

Al llegar la Navidad, muchos padres se preguntan si ya es el momento adecuado para que los niños «se enteren de la verdad». Algunos lo viven con naturalidad y otros se angustian mucho, pues se preguntan dónde termina la fantasía y dónde comienza la mentira. Para dar respuesta a esto siempre considero muy importante que los padres se conecten con lo más relevante ¿qué es la Navidad para ti como mamá/papá? ¿es un tiempo de compartir? ¿es el día en el que te toca compartir con gente que realmente no aprecias, pero lo haces «por los niños»?, ¿es un tiempo que te recuerda un evento doloroso, alegre, triste..?
Contesta con honestidad, porque todo lo que haces en diciembre estará impregnado de este significado.
La historia que hemos contado a nuestros hijos sobre los regalos de Navidad, es una creación popular de origen religioso pero muy impregnada del significado individual que le damos a nuestras experiencias navideñas. Un día los niños empiezan a buscar respuestas lógicas y empieza a llegar el tiempo en el que la fantasía se cae, pero da lugar a otras vivencias que pueden ser igual de emocionantes como la sorpresa, la imaginación y la deliberada intención de compartir alegría. Este paso, que suele ocurrir sobre los 7 años, puede comenzar con una pregunta directa «¿quién compra los regalos?» una pregunta buscando lógica: «¿cómo hace el Niño Jesús para repartir tantos regalos por todo el mundo en una sola noche?» o quizás un reclamo: «¡el Niño el año pasado no me trajo lo que le pedí, así que no es tan poderoso!»
En este momento los padres podemos estar muy atentos par dar una respuesta, que es lo que nuestros hijos están pidiendo. Pero esa respuesta no tiene que ser decepcionante. Solo que dependerá de las creencias de cada quien.
Si eres creyente, la Navidad tiene un aspecto espiritual muy relevante. Los padres honramos la alegría que trae el Nacimiento dando alegría a quienes más queremos: nuestros hijos, en forma de regalo.
Si no eres creyente, pero te gusta la Navidad como hecho social, es un momento en el que todos nos sentimos conectados con la generosidad, que es un valor hermoso.
Si no eres creyente y tampoco te gusta la Navidad, quizás quieres regalarle a tu hijo la experiencia de sentirse conectado con la alegría que viven muchos niños, y eso te anima a hacer regalos ese día.
Pero la magia no viene del regalo.
La magia viene de la intención y el significado que le damos. Y hace una hermosa explosión cuando se conecta con la gratitud de quien lo recibe.
Los niños necesitan entender , que los padres son los «ejecutores» de un momento compartido por millones de personas en el mundo, que quieren sentir alegría al mismo tiempo. Hace mucho tiempo se escogió el día de la Navidad para hacer estos regalos, porque mucha gente quería expresar así su alegría por el Nacimiento. Se crea una hermosa fantasía alrededor de el Niño, Santa o los Reyes, que se ha transmitido de generación en generación. Y una vez que la descubrimos, descubrimos un acto de amor y nos hacemos parte él. Ni más ni menos.
Esta explicación alimenta el amor.
La explicación angustiosa, en la que sentimos culpa o ansiedad obedece muchas veces al reproche que se hace desde los niños engañados que alguna vez fuimos. Quizás nuestros padres cuando quisimos respuestas, no nos la dieron. Quizás la forma de descubrir «la verdad» en nuestra casa, cualquier verdad, siempre fue muy dura. Quizás nuestros padres nos mantuvieron infantilizados sin darnos herramientas para comprender la diferencia entre fantasía y mentira, pues ellos tampoco tenían claro el límite entre una y otra. Quizás la falta de información directa, de boca de nuestros padres, fue una constante. Si esta es tu historia, necesitas hacerte cargo de ella, e iniciar un camino diferente con tus hijos.
Nuestras heridas no tienen porque ser heredadas por nuestros hijos. Ella puede re-significar la Navidad y darle una interpretación novedosa, entendiendo que quiere acompañar a su hija en la fantasía, y ofrecerle una explicación amorosa cuando sienta que la necesite sobre el origen de esta creencia y cómo ellos como familia la mantienen viva y por qué.

Hace unos años conocí a un señor, hijo de inmigrantes, que al llegar a su nuevo país de acogida, siendo aún un niño y observar las costumbres y tradiciones de la época navideña, sintió gran curiosidad y le preguntó a su papá qué era eso de un niño que traía regalos, a lo que el padre contestó «una tontería, un invento más, nadie trae regalos, son los padres los que los compran» el chico, como nunca había vivido esa tradición, lejos de sentir frustración se sintió más bien poseedor de una verdad de la que el resto de sus compañeros carecía. Sin embargo, hoy en día, ya de adulto, celebra la Navidad con sus hijos de manera diferente, incluyendo ese toque de mágica fantasía, porque a pesar de no haberlo vivido él en su infancia, ha decidido darle otro significado a la Navidad con la llegada de sus hijos.

Para finalizar, no podía dejar de compartir la respuesta que Rosario le dio a su pequeña cuando le preguntó acerca del tema y que fue la misma que sus padres le dieran a ella:

El Niño Jesús no ha venido solo a traer regalos, vive todo el año en el corazón de nosotros y nos acompaña en nuestros esfuerzos. Nosotros sólo hacemos lo que él nos inspira: hacer felices a nuestros niños.

Estoy convencida que la Navidad será siempre lo que decidas que sea. Aprender a diferenciar entre fantasía y engaño es el primer paso para liberar culpas y viejos resentimientos y darle un nuevo significado a esta (en potencia) mágica época del año.

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